Hace tiempo sucedió en una de mis empresas de Estados Unidos
mientras hacíamos un taller, que una de las participantes pidió permiso para
llegar tarde a una de las sesiones de trabajo. Dijo que tenía una labor
religiosa que hacer en la iglesia en la que profesaba su fe. El permiso se le
dio sin ningún problema pues el acuerdo fue que se integraría al equipo a las 10
de la mañana, resulta que no llegó a las 10 sino a las 12, cuando todos la
vimos entre sorprendidos y enojados por las 2 horas de retraso con las que
llegó.
Resulta que ella no sabía que yo era socio de la empresa, yo
le reclamé su falta de compromiso, le dije que nunca nadie le negó el permiso y
que el acuerdo había sido que su horario de llegada era a las 10 de la mañana,
sin embargo ya era el mediodía y ella apenas iba llegando. Le comenté que el
equipo tenía que pagar 50 dólares gracias a que ella había roto el acuerdo de
ser puntual, (es algo tan básico como ser respetuoso del tiempo propio y del de
los demás). Cuando exigí el pago de la multa por su fallo, por parte del equipo
se hizo un silencio sepulcral y del silencio sepulcral se transformó a miradas
a acusatorias.
Ella explotó y me dijo que me iba a ir al infierno directito
y sin escalas pues quién era yo para reclamarle a ella que además estaba con el
señor Obispo y por eso había llegado 2 horas tarde, ¿cómo era posible que yo,
un simple mortal, (y además con el demonio dentro) tuviera el atrevimiento de
exigirle puntualidad cuando ella estaba atendiendo un asunto del Divino Creador?
Y no solo de Dios, también de los humanos pues junto al séquito religioso del
cual formaba parte estaban organizando actividades para ayudar a niños de la
calle. Después de sus reclamos hacia mi pecadora persona se fue furiosa del
taller y al siguiente día renunció a la empresa, no volví a saber más de ella…
en un tiempo.
Mucho tiempo después iba yo caminando con mi esposa por un
mall de Texas y la volví a ver, tengo
que confesar que me sentí asustado de encontrarla, mi esposa sabía la historia
pero lo que no sabía era quién era la mujer. La vi y yo por alguna extraña
razón quería huir de ella quizá porque sentí que me iba a volver a decir que
era un alma perdida y que el diablo me seguía esperando en el infierno. La
señora me alcanzó y me dijo: Alfredo ¡gracias! Aquella vez que te enfrenté por llegar tarde en realidad no
te estaba enfrentando a ti, me enfrenté a mi misma y descubrí que trabajar en
esa empresa no tenía nada que ver con mi Misión de Vida, descubrí que ésta tenía
que ver con ayudar a los demás a través de mi fe religiosa, ahora soy la
asistente personal del Obispo y soy tremendamente feliz, estoy viviendo en
sintonía con mi Misión en la vida y me siento plena. Gracias por enfrentarme
por mi impuntualidad en aquel taller.
¡Teníamos una santa capturando datos! ¡Qué ilógico y
contraproducente! ¡Qué dañino para ella y para la empresa! Su pasión tenía que
ver con ayudar a los niños mientras que su trabajo giraba en estar sentada
frente a una computadora capturando datos y contestando un teléfono. Ahora
puedo ver la frustración que seguramente sentía y me explico perfectamente por
qué me gritó, quizá en el fondo no me estaba gritando a mí sino enfrentándose
consigo misma y a la incongruencia de su vida laboral con su verdadera misión
de vida.
Nos dimos un abrazo y no puedo decir que esto quedó
olvidado, al contrario es algo que siempre recuerdo y me gusta compartir con la
gente, porque la Santa Patrona Capturista de Datos es un ejemplo de Misión de
vida, su historia se repite millones de veces en millones de oficinas de todo
el mundo, podemos pasar años haciendo algo que no nos gusta y que no tiene nada
que ver con el talento y don especial que tenemos, con nuestra propia Misión.
¿Tu lugar en esa empresa, en ese trabajo en el que estás es acorde a tu Misión
de vida? ¡Espero que así sea!
QDTC
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